El ridículo arte de morir por amor

Se cansó de vomitar estrellas, harapos de nubes, y cosas. "Fue una noche inolvidable" se dijo, y decidió no dedicarle los mejores años de su vida, para que él no los consumiera tristemente.
Se marchó una primavera, dicen que con un gitano rudo, curtido por el sol y duro. Que se fueron para el sur, con una motor home descalabrada y otros hombres y mujeres de la ruta. Y que se casaron en una capilla cerca de Trelew, en un publito sin arroyos y sin lagos. Dicen que él gitano le pagó al cura para que obviara los documentos, y que ella renunció a su nombre como si no le doliera en absoluto. Así de digna era, así la recordaba.
El estuvo en las ciudades un tiempo más, y salió un seis de abril, en un tren al fin del mundo. Y contaron en cada estación que lo vieron bajar del tren y gritar su nombre, como quien busca una hija que se le ha escapado de la mano por un momento. Que los que no lo creyeron loco, lo creyeron tonto y lo gastaron. Pero el llegó hasta el último confín, y vió todos los lugares con la misma pasión y con la misma emoción y entonces una tarde en una villa despojada la encontró. Con su hijo en brazos y apoyada en la arcada de una tienda de bebidas, la encontró. El gitano estaba adentro y bebía con los hombres. Apostaban al gallo más petiso que saltaba endemoniado, dando miedo al retador.
Entró y pidió whisky, le ofrecieron vodka puro y aceptó. Ella ya lloraba, y el gitano se mordía el pulgar mientras buscaba en el bolsillo su navaja de afeitar. El no tenía armas que blandir, y esperaba quieto en su lugar, con la vista fija en su boca, en esa boca tan hermosa de ella, que nunca dejó de quemarla desde entonces. Con sus ojos de fuego le marcaba la boca, desgarrándola para llevársela con él como última imagen.
Y un solo golpe bastó. Un solo tajo, sin violencia, seco y duro, y se desangró como un cordero, con desgano. Incluso su cuerpo pareció irse también.
Pero ella no lloraba entonces. Se tenía la boca como si se le fuera a salir, y palmeaba a su bebé en la espalda hasta que al fin durmió. Y se fueron por la noche, en caravana. y el gitano ordenó guardar luto por el dolor de su mujer, hasta que se fundieron con el sol de la mañana, que alumbraba las montañas como si fueran de mentira, un fondo de cartón pintado, un engaño para sus ojos cansados.
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de Edwardo Almereyda. "El libro de los hombres mudos"
6 comentarios:
demasiado hermoso
esa gente
ese mundo
esas palabras
Precioso el relato. La última oración especialmente.
Ahora... qué suerte extraña, no? venir a encontrarla de esa manera. Yo a veces no encuentro las llaves en 80 mt2...
L. Ah si. eso es lo bueno de escribir en este lugar: no es el verosímil lo que importa, sino todo lo demás.
A. todo lo hermoso es algo triste? todo lo triste es algo hermoso?
o todo mundo es triste?
NUNCA es demasiado. aunque sea demasiado lejos.
ay,
es muy triste
(yo estoy sensible)
pero es muy triste
y hermoso este relato
(edwardo escribe muy bien, pero vos estas sensible)
ay...
es muy lindo
(por qué me quedo sin palabras en el momento menos indicado???)
si me permiten daré mi parecer sobre la belleza.
la belleeeeeeza es:
a) necesariamente terrible
b) necesariamente triste
c) necesariamente dificil de encontrar o reproducir
d) ontológicamente no existe, luego, son breves emergencias de lo que conceptualizamos como "la belleza" lo que de vez en cuando se nos presenta.
(he dicho)
(y no es poco) y yo agrego que
la belleza es
necesariamente subjetiva
necesariamente conmovedora
necesariamente imperfecta
y además disiento levemente, se la puede encontrar en todas las cosas de la naturaleza, en la mayoría de las creaciones artísticas, y en algunas de las personas que nos rodean.
reproducirla es imposible, de ahí que sea tan cautivante.
un saludo. [yo también estoy sensible hoy]
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