
de edwardo almereyda. El libro de las flores.
cuando eduardo conoció a alumbra
Durante días y noches se esforzó, incansable, para crear en sus manos un mapa perfecto del cuerpo de Alumbra. crear y recrear en sus manos los huecos y las curvas y así poder reconstruirlo cuando lo deseara. talló detalladamente en sus palmas todos los instantes, de la caricia al roce, para que quedaran grabados en ellas.
habrá sido por el miedo a ser efímero.
No le importó que otros, tiempo atrás, le hubieran ya regalado coronas de papel de cigarrillo: el le regalaría ahora las suyas, y llenaría con ellas sus valijas. y haría lo necesario para parecerle mágico.
habrá sido por la necesidad de expresarse.
Atrapó cada poema de amor y cada canción que encontró, coleccionando así recuerdos de ella para retenerlos con los dientes apretados y para defenderlos con garras estridentes. para siempre tener a Alumbra cerca de su pecho y dejarla brotar como una orquídea cada vez que sintiera su falta.
habrá sido por el deseo de recordarla.
Buscó por doquier la manera de mejorar su cuerpo, de mejorarse, de crear mejor y de entender mejor. ser mejor por el deseo, un honesto deseo de ser y hacer el bien, nacido de un mundo nuevo: un mundo hecho de carne y de viento, donde el peso de su cuerpo era realmente su peso.
habrá sido por el placer de amarla
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