martes, febrero 13, 2007
Eduardo 1,2,3,4.
1
Los álamos se agitaban brúscamente con el viento. Eran dos, altos, delgados, con un fondo de cielo. Se agitaban ruidósamente sin cesar. Sus hojas brillaban al sol. Atemorizantes se agitaban, constantes, estridentes, sin cesar. Y parecían reir orgullosos de su agitarse. Con el tronco frío y flexible, bailaban enterrados en la tierra cálida, jugueteando con ella, coqueteando, quedándose siempre allí. Aturdía el entrechocar de sus ramas, el aletear de sus hojas, el suave crepitar del interior de su tronco. Y morían luego, abandonados a la quietud de la noche y el silencio.
La imagen perduraba en la consciencia de Cristian. Sin saber a qué atribuirla, como interpretarla, sin poder siquiera percibirla completamente, Cristian la conocía de memoria. Y retornaba aquella imagen extraña, crónicamente una noche cada tanto a arrancarle algunas lágrimas. Son saber por qué, sin saber de donde ni como, Cristian recordaba con nostalgia su infancia.
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2
De dos en dos, esperando en la fila para entrar al probador y cambiarse, los empleados de La Tienda conversaban formalmente. Cristian en el medio de la fila y en silencio percibía de manera casi dolorosa el calor de Naturelle. Silenciosa Naturelle siempre tan calma y tan desolada. Paciente Naturelle sin exigir nunca un trato, una convención, una razón por qué juzgarlo. Con el uniforme en los brazos, con los ojos exiliados, con los labios más hermosos que jamás hubiera visto. Naturelle entrando y Naturelle cerrando la puertita, o Cristian al imitarla, fingiendo una calma "profesional y seguro de si mismo. Un trabajador empeñado en mejorar y en brindar la mejor atención al cliente más exigente". La sonrisa nueva de cada día. Un actor para la realidad insoportable de quitarse a Eduardo del cuerpo y transformarse en "Cris. Empleado número 34, sucursal Callao".
Tan así era, tan así era de asfixiante.
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3
¿Dónde está mi hijo, el que se trepaba a la magnolia y me cortaba flores? como un monito, como un regalo perfecto, por el placer de hacer el bien. Y ahora está tan triste todo el tiempo, tan pálido y apagado. Cabizbajo, sentado a la mesa y comiendo. Intentando cada tanto conversar sobre algo, pero ya nada le interesa. Qué vacío se lo ve, qué le estará pasando, vive tan lejos y viene ya tan poco, qué estará pensando. Ya no puedo entrar en él, ya no puedo comprenderlo, qué estará pidiendo.
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4
Cristian, orgulloso como siempre, trabajando por dinero, para seguir trabajando por dinero, para seguir trabajando por dinero, esperando enamorarse o encontrarse, alguna vez, con un verdadero deseo. Existiendo mientras tanto. Sin notar que ya ha sido neutralizado, y que ya ni puede enamorarse ni puede rebelarse, ni puede separarse de su traje de hormiga. Autómata, Cristian espera atrapado en la inercia, vaciado de vida, que cambie todo.
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5 comentarios:
ya lo decía Gleyzer (aunque claro, era una canción popular, de Viglietti):
" me matan si no trabajo y si trabajo me matan.
quelevachache
saludos!
Mira vos che...
He decidido cambiarle el nombre a mi tocayo personaje, para evitar confusiones con otros tocayos personajes de otras historias. asi pues, será.
Edwardo: ud. sabe que yo le leía los comentarios en otro blog y me parecía un salame. Pero le leí el suyo blog y me gustó. La sinceridá ante todo. Un abrazo.
y si. suele ocurrir que uno se ponga un poco embutido en público. De todas maneras no se deje engañar amigo/a anonimo/a. Detras de esos bigotes que usted ve en la foto se esconde un cargado de cantimpalo que no se lo banca nadie. saludo para usted.
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